El día que Don Benito Juárez probó enchiladas apanenses
Dulce Castillo
18/07/2024 - 04:46 pm
Especial
Hoy 18 de julio se conmemora el 152 aniversario luctuoso del Benemérito de las Américas, Benito Pablo Juárez García. Y en esta entidad de la República se le recuerda con especial patriotismo, debido a que fue él quien decretó la creación del Estado de Hidalgo, en enero de 1869, solo tres años y medio antes de su muerte.
Y en Apan se recuerda que, durante la inauguración del tramo ferroviario México – Apizaco, en 1867, el presidente Juárez pasó por Apan y disfrutó de un gran banquete en la Hacienda Ocotepec.
Dos años más tarde, en 1869, el escritor, periodista, político, maestro y diplomático mexicano, Ignacio Manuel Altamirano, relató nuevamente su paso por los llanos de Apan.
Corría el año de 1867, para ser exactos en el mes de septiembre, en donde el presidente de la República,Benito Juárez, viajaba con dirección a Puebla para inaugurar el ramal de ferrocarril entre México - Puebla, momento en el que Ignacio Manuel Altamirano, su amigo y compañero, escribe lo que hoy es:
“La crónica de las Fiestas de Septiembre en México y Puebla (1869)”, haciendo un apunte muy particular sobre el pueblo de Apan, que a la letra dice:
“Pero de repente el tren se detuvo y dio fin a nuestras filosóficas reflexiones: estábamos en Apan (Hidalgo), que se divisa a poca distancia con su pequeña iglesia triste y fea, con sus caseríos sucios y con sus callecitas solitarias; ni un árbol hay en este pueblecito adonde no quisiéramos que nos confinaran porque nos moriríamos de tedio; ni un mal huertecillo, ni una enramada de calabazas ni de chayotes.
Fuentes, Dios las dé; flores, sólo que se produzcan debajo de la tierra; francamente no sabemos qué diablos haya en este Apan tan polvoroso y tan lóbrego como un nido de hurones.
“Pero volviendo a la estación, solemne chasco nos habríamos llevado si no hubiéramos confortado nuestros estómagos con un regular almuerzo antes de meternos al tren. Sólo hay en el paradero de Apan una mala cantina con media docena de tortas conteniendo en su seno los mantenimientos del día anterior, aguardiente rasposo como un cepillo de ropa; y más allá, una barraca levantada sobre un montón de piedras, que contiene a una indígena fabricante de enchiladas y profesora de alquimia, pues convierte en chile, en masa, en cebolla y carne todo lo que encuentra a la mano; y, aun así, fortuna es y grande poder conseguir de ella una de sus chalupas odoríferas, capaces de indigestar al padre Saturno.
“Después de quince minutos de detención, el tren continuó su camino: ya entonces, nosotros, por una sonrisa de la suerte, nos encontrábamos metidos en el vagón del presidente y de los ministros. Allí disfrutamos de las delicias de un lunch suculento (las chalupas de Hidalgo), y con el bienestar que esto produce pasamos las horas muertas frente a Guillermo Prieto, que se hallaba expansivo en el más alto grado por la misma causa”.
Hasta aquí el fragmento de una inolvidable y memorizada crónica de Manuel Altamirano, rescatada por el doctor Efraín Castro Morales, cronista vitalicio y emérito de la ciudad de Puebla.
Enchiladas o chalupas como las hay en Hidalgo, mantecosas y ahogadas en salsa, son placeres y antojos del presidente Benito Juárez.
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